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Soy Luz Di Mare

Cada  pérdida y muerte me llevaron a recordar quién soy y que el mensaje siempre es el amor

Semblanza profesional

Luz Di Mare es conferencista internacional, médium, lectora de registros akáshicos y la primera Coach Somática de Duelo en Latinoamérica con un enfoque integrativo entre espiritualidad, neurociencia, psicotraumatología y embodiment.

A lo largo de su trayectoria, ha impactado a más de un millón de almas en México, Latinoamérica, Estados Unidos y Europa, transformando la manera en que las personas comprenden la vida, la muerte y el trascender.

A través de sus conferencias, mentorías, talleres, consultas y programas, Luz enseña a desanestesiar el dolor y a liberar la culpa, el miedo y el sufrimiento para vivir desde la presencia, el amor y la soberanía del alma.

Su mensaje combina ciencia, sensibilidad y consciencia: una invitación profunda a mirar la muerte, las pérdidas, las crisis y los desafíos no como el final, sino como un regreso al hogar.

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Mi historia

Soy un alma curiosa, un espíritu que siempre quiso ser libre pero que le llevó 35 años recordar cómo permitirse serlo.


Desde que tengo memoria, siempre he querido entender el porqué y para qué de las cosas y en especial de las experiencias humanas y del cómo las afrontamos: ¿por qué amamos?, ¿por qué sufrimos?, ¿por qué morimos? ¿hay vida después de la muerte? ¿a qué venimos? y qué hay más allá de todo eso.


Esa búsqueda comenzó mucho antes de que supiera siquiera que este camino se llama espiritualidad y despertar de consciencia.

Mi vida, como la de todos, ha estado marcada por capítulos intensos.


De niña, experimenté abuso sexual en un par de ocasiones; una herida profunda que me enseñó a desconectarme del cuerpo para sobrevivir, y que muchos años más tarde fue la causa raíz de una situación de salud que me dejó en cama por 6 meses casi sin poder mover la mitad de mi cuerpo; que los médicos estaría por diagnosticar como fibromialgia y que al cabo de una serie de acciones y un trabajo sumamente profundo hacia el interior, fue imposible que lo hicieran debido a que ya no existían más síntomas y había recuperado la energía y el disfrute por la vida. 


Años después, ya adulta, viví un par ocasiones abuso narcisista, una experiencia que volvió a mostrarme lo que significa perderse de una misma y casi perder la vida (porque mi cuerpo quedó al límite) con tal de complacer, encajar, para ser “amada”, pero que al final me mostró que tenía frente a mí infinitas posibilidades de reconstruirme y a partir de ahí permitirme ser quien realmente vine a ser.


Y, como si mi alma hubiera decidido mostrarme todos los rostros del dolor (que sí, hoy sé que ella y mi espíritu lo eligieron desde antes de esta encarnación), también viví la muerte de mi bebé antes de nacer, y la de mi abuelito a los pocos meses, quien fue como un segundo papá para mí.


Ese momento cambió todo para siempre.

Fue en ese punto donde mi vida se rompió… y a la vez, se abrió al camino del amor, de la paz y de la libertad.
El duelo me llevó a lugares que jamás imaginé: la oscuridad, la rabia, el silencio, la culpa, el vacío; esa famosa noche obscura del alma que ocurre no una, sino muchas veces al inicio de cada nuevo nivel de expansión de consciencia (aunque después descubres que puedes elegir hacerlo desde el amor y ya no a través de experiencias de dolor y sufrimiento).


Pero también me llevó de vuelta a mi alma, a la consciencia, al cuerpo, a mi espíritu…
 

A descubrir que el dolor, las separaciones, los desafíos y la muerte no son un castigo, sino un portal de transformación; y de hecho, esta última, la más grande maestra de vida.

En ese viaje de volver a habitarme, aprendí a escuchar lo que el cuerpo calla, a transformarme desde la raíz, a dejar de sobrevivir para realmente vivir.


Y entonces lo entendí:
El duelo no es solo por la muerte de alguien, es por todo lo que alguna vez amamos y tuvimos que soltar: una identidad, una historia, trabajos, cargos corporativos, estatus, una versión de nosotras mismas, etc.

Hoy comprendo que mi historia no es una herida, sino un puente...


Un puente que me permite mirar a los ojos a quien está en medio del dolor y decirles, con el corazón en la mano: “Sí puedes volver a la vida, por muy desgarradora que hoy sea tu experiencia.”


Porque no hay nada que el amor —el verdadero e incondicional, el que nace del alma— no pueda transformar.

Y desde ahí, desde la cicatriz convertida en luz y paz, acompaño a otras almas a desanestesiar el dolor, a volver al cuerpo, y a recordar que la separación es solo una ilusión.


Que la vida sigue después de la vida, y que cada experiencia, incluso la más difícil, puede ser una puerta hacia la libertad.

Mis credenciales

Maestría en Tanatología, en formación.

​Médium & lectora de registros akáshicos.

​Máster Speaker & Speaker Magnética certificada.


Máster internacional en psicología clínica aplicada.

Licenciada en Administración de Empresas con posgrado en Recursos Humanos.

Diplomados y seminarios en psicotraumatología, neurociencia, neurobiología del trauma y apego, neurobiología del comportamiento humano, intervenón en crisis, teoría polivagal, entre otros.

Máster Coach Somática y Facilitadora de Embodiment informada en trauma y con enfoque en regulación del sistema nervioso autónomo.​

Capacitadora en procesos de final de vida y post mortem, para hospitales, funerarias y profesionales que afrontan la muerte como parte de su trabajo diario.

Capacitadora en liderazgo consciente, con registro ante la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.

 

Mentora de Speakers Magnéticas en la academia de Regina Carrot.

Mi visión

Un mundo donde el duelo sea comprendido como un camino de despertar, no de sufrimiento

Mi misión

Educar para la vida, la muerte y el trascender en consciencia; acompañando e inspirando a transformar el dolor en libertad y el miedo en amor.

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